Shinwa Densetsu no Eiyuu no Isekaitan Vol.02 – Epílogo

Epílogo

En una pradera en el extremo suroeste del continente central, Soleil, se encontraba un hermoso y próspero país, el cual fue establecido en esta tierra fértil hace más de cuatrocientos años, donde veneraban a Alkitas[1] ―el creador de los elfos― como su dios.

Su templo principal estaba en el continente occidental, Enjambre, y al igual que Soleil con su vasta población de humanos, había un gran número de elfos viviendo en esa nación: la nación central de la Unión de las Tres Naciones de Caballeros, el Estado Sagrado de Ys.

Erigida sobre una colina, la capital Carlila estaba llena de gente cuyo propósito era rezar en la catedral. Había una larga y amplia calle empedrada con agua cristalina fluyendo en los canales en ambos lados. La gente caminaba hacia la catedral en dirección opuesta a la corriente de esos arroyos. Al llegar a su destino, un enorme jardín que presumía de un incontable número de flores hermosas entraba en su campo visual, y después se podían ver las hileras de edificios blancos.

Al entrar en la catedral, uno era recibido por las baldosas con diseños complicados, además de las columnas que sostenían el techo en todas las direcciones. Había vitrales incrustados en las paredes blancas, y la luz del sol no sólo iluminaba el lugar, sino que casi parecía bendecir a los visitantes.

Más adentro había un altar para venerar a Alkitas.

Por lo general, este lugar estaría completamente lleno de creyentes, pero en este momento, sólo había dos mujeres y nadie más. No hacían ningún ruido. A excepción del suave sonido de su respiración, todo estaba en total silencio.

Una mujer oraba frente al altar. Una obispo habló detrás de ella.

―¿Qué piensa de la persona del oráculo?

―Hmm~ Veamos~…

―¿Era como nos dijo nuestro Señor?

La mujer sonrió irónicamente ante la interrogación continua de la obispo y se levantó.

―No. Alkitas no fue claro, después de todo.

La mujer volteó a ver a la obispo, hizo un ademán con una mano y se rio por alguna razón.

―Parecía un chico amable. No tengo otra impresión por ahora.

―¿En serio…?

―Oh. Te ves decepcionada.

Después de decir eso, ella sonrió alegremente.

―Ahh… ¿Acaso malinterpretaste la razón por la que vine?

―N-No…

La cara de la obispo delató que ella había dado en el blanco. La cara de la mujer se llenó de alegría mientras las esquinas de sus labios se levantaban.

―Aún no~. Eso es lo que dice Alkitas.

―¿Por qué? Los humanos son soberbios y codiciosos. Son una raza menor que sólo contamina Aletia. Ellos no caben en este mundo. No entiendo por qué nuestro Señor no los detiene. ¡¿Acaso no es hora de darles un castigo divino?!

―Es más fácil decirlo que hacerlo~.

―Entonces… ¿Cuándo actuará nuestro Señor?

―Te lo diré cuando llegue el momento. Eso dice.

―¡¿Está de acuerdo con eso, Oráculo?! ¡¿Acaso no vino aquí porque compartía las mismas intenciones que nosotros?!

―Claro que no. Sólo hice una visita.

La mujer suspiró decepcionada. Colocó la mano izquierda en su cadera y señaló a la obispo con la derecha.

―Para empezar… dices que los humanos son soberbios y codiciosos, pero los elfos no son tan diferentes. Cada raza tiene codicia.

―¿Qué? ¡¿Por qué agrupa a los humanos con los elfos?!

―No dije eso, pero siempre exageras por cualquier cosa.

Tras decir eso, la mujer resopló, aparentemente disgustada.

―¿Y los humanos son una raza menor? No me hagas reír. Ha pasado mucho tiempo desde que los humanos eran considerados una raza inferior. Si todavía piensas eso, eres igual que los ancianos de nuestro país. Amplia tu perspectiva. Aunque sea sólo para aparentar, tú portas el título de obispo.

―¡E-Entonces, al menos usted, Oráculo…!

―Cállate~. Ya basta. La rebeldía no está permitida. Las cosas deben hacerse con cuidado, sutileza y racionalidad. Eso hacemos los Cuatro Oráculos.

*Tintineo*. El sonido de unas campanillas resonó repentinamente.

―Ah…

Las rodillas de la obispo perdieron la fuerza y cayó al suelo.

La mujer se agachó y miró la cara de la obispo.

―Sólo tienes que esperar con paciencia hasta que llegue el momento. Las marionetas deben colgar de la pared en silencio.

La mujer se levantó. En su mano había un khakkhara.

―Bien… ¿A dónde debería ir ahora? ―murmuró mientras miraba hacia arriba con una sonrisa. Entonces, su cara rápidamente se volvió sombría―. De acuerdo. Sólo tengo que regresar, ¿cierto? Realmente eres obstinado.

Pareciendo decepcionada, ella hizo una mueca y golpeó el suelo con la punta de su khakkhara.

―Bueno, supongo que es mejor preparar un regalo para esa persona.

*Tintineo*. El sonido de unas campanillas sacudió el mundo y la mujer desapareció.

El santuario quedó en silencio una vez más, pero rápidamente se llenó de ruido por los sacerdotes que descubrieron a la obispo colapsada en el suelo.

✽✽✽✽✽

Bajo el cielo azul, filas de hombres y caballos marchaban por el desierto teñido de café.

Todos tenían caras alegres, y sus corazones estaban llenos de recuerdos de su patria lejana.

Año imperial 1023, 4 de septiembre.

El Cuarto Ejército Imperial iba de regreso a su país.

Había varias banderas izadas en todas partes, pero las que sobresalían más eran las de la Sexta Princesa Imperial y la del Cuarto Príncipe Imperial. Bajo esas banderas estaban los miembros de la familia imperial del Gran Imperio Grantz.

―… Me pregunto si Cerberus está bien ―murmuró Liz, la princesa imperial de cabello carmesí, montada en su caballo.

―Espero que no esté enojado. Quizá debería comprarle algo en el camino.

El Cuarto Príncipe Imperial estaba cabalgando a su lado.

―Nunca he estado lejos de él por más de un mes, así que no estoy segura.

Liz por un momento parecía no saber qué hacer, pero inmediatamente puso una sonrisa alegre.

―Aunque supongo que no habrá problema. Me aseguré de que Cerberus no se aburriera.

―Ohh~… ¿Qué hiciste?

―Lo designé como comandante del Fuerte Belk hasta mi regreso.

―Eh… ¿El comandante temporal es Cerberus?

―Sí. Él estaba más feliz de lo que esperé.

―Pero ser un comandante es un trabajo, no sólo un título.

―Le envié una carta a mi tío sobre esto. Él se encargará de cualquier papeleo.

―Entonces, está bien… Aunque aún no creo que sea algo bueno.

La compasión del Marqués Grinda no tenía límites. Pero ya que adoraba a su sobrina como a su propia hija, quizá esto no era un problema para él.

Aun así, el papel de las personas cercanas a Liz era impedir que se saliera de control. Cuando volteó hacia el viejo Tris con una mirada de reproche, preguntándose qué estaba haciendo él mientras todo esto sucedía…

―Sir Cerberus está haciendo un trabajo espléndido como el comandante temporal. No conozco otra criatura con tanto espíritu.

―… ¿En serio?

Ciertamente Cerberus tenía un gran espíritu. Aunque también podrían considerarse instintos.

Tris tenía el defecto de ser demasiado indulgente cuando se trataba de Cerberus.

―Haha. Parece que la tiene difícil.

El oficial de segundo grado Doryx se rio mientras se unía a la conversación.

―Por favor, quédese tranquilo. Cuente conmigo de ahora en adelante. Soy hábil con el papeleo.

Hiro iba a decir algo, pero vio a Tris acercarse alegremente.

―¡Eso me tranquiliza! ¡Contamos contigo!

―¡Guoh!

Una intensa palmada golpeó la espalda de Doryx.

―Es muy vergonzoso, pero soy pésimo con el papeleo. Su Alteza Hiro hizo la mayoría y me sentí mal por eso.

No fue la mayoría, sino todo: eso es lo que Hiro quería gritar, pero lo contuvo en el último momento.

―U-Umm. Tengo un mayor rango que usted, ¿por qué actúa tan familiar?

―En fin, ¿eres bueno con el alcohol?

―¿En fin…?

―¿Y bien?

Tris se acercó con una cara seria, haciendo que Doryx retrocediera.

―B-Bueno, no es que sea malo con el alcohol.

―Entonces, cuando regresemos al Fuerte Belk, haremos una fiesta de bienvenida y beberemos toda la noche.

La risa de Tris se la llevó el viento.

Liz parecía divertirse viéndolos, y Hiro puso una mano en su frente tras sentir que un dolor de cabeza se acercaba.

―Quiero un oficial administrativo…

Una gran sombra cayó sobre Hiro mientras miraba hacia abajo.

Dragón de un ojo, ¿qué va a pasar con Milieu?

Cuando levantó la cara, ahí estaba Gahda.

Él era un hombre con un cuerpo enorme, lo suficientemente grande para ser confundido con una roca.

―Ese asunto ya está arreglado. Hay una aldea en el camino de regreso, así que la enviaremos ahí con una escolta cuando lleguemos.

Hiro miró al preocupado Gahda y agregó:

―Ahh. Si tu problema es que su identidad sea descubierta, entonces no hay necesidad de preocuparse. Haré que Liz elija a alguien en quien confíe, así que relájate.

―¿Realmente no habrá problemas?

―Por supuesto. Después de esto, su aldea… la Aldea Sures también formará parte del territorio del Gran Imperio Grantz. El número de bandidos y monstruos debería disminuir, y está cerca del Fuerte Belk, así que podemos ir de inmediato si algo sucede.

Tras escuchar que Milieu era de la Aldea Sures, Hiro comprendió por qué tuvo esa extraña sensación cuando la vio.

La Aldea Sures fue la que él salvó de los bandidos antes de unirse con el Cuarto Ejército Imperial.

Aunque había suprimido a los bandidos, Hiro era un extraño, pero había un hombre ahí que amablemente le permitió pasar la noche en su casa. Kukuri, el jefe de la aldea, era el padre de Milieu.

―Te preocupas demasiado.

―Podría parecer extraño que lo diga yo después de haberla expuesto a tantos peligros, pero quiero devolverla a sus padres a salvo. Quiero que lleve una vida pacífica sin que nadie descubra su identidad.

Gahda dirigió su mirada hacia una carroza en la retaguardia. Milieu estaba ahí.

Este calor era demasiado para una niña pequeña, y estar en una carroza por mucho tiempo no sería más que una tortura para ella. Por otra parte, Hiro no podría tratar mal a la hija de un hombre al que le debe un favor. Él no quería pagar la amabilidad con maldad.

Mientras estos pensamientos ocupaban su mente…

―Entonces, ¿qué debería hacer de ahora en adelante?

Gahda expuso un problema: no tenía un lugar al cual regresar.

Él era un zorosta que provenía de un país insular del sur: Ambyssion.

Parecía que Ambyssion actualmente se encontraba en un estado de disputas constantes. Decenas de reyes estaban luchando por la supremacía y estaban entrando en un período de guerra. Al parecer, Gahda gobernó varios de esos estados, pero fue derrotado en batalla por un rey poderoso. Mientras planeaba su retorno, él fue traicionado por uno de sus subordinados y perdió la vida.

O eso pensó. Pero cuando despertó, parecía que había terminado en el Ducado de Lichtein.

Ahí vio la situación con los esclavos y decidió realizar una nueva ambición con Milieu como la líder, pero esto también acabó en una derrota. Y así llegó a la situación actual.

―Bueno, estoy pensando en algunas posibilidades.

Aunque había perdido su Espada Demoníaca, todavía conservaba el conocimiento que había cultivado como rey, además de su habilidad como guerrero. Y a juzgar por el hecho de haber derrotado al Ducado de Lichtein, probablemente no había problemas con su habilidad para dirigir.

―Bueno, no será nada malo, así que no te preocupes.

―Me es difícil creerlo cuando te miro…

Con una cara cansada, Gahda regresó hasta la carroza.

Hiro sonrió irónicamente y miró hacia adelante. Sus pensamientos estaban en la lejana capital imperial.

«Probablemente seré convocado pronto. Me pregunto que me harán hacer esta vez.»

Ese pensamiento lo desanimaba. Si no pudiese cumplir la misión que le impongan, sin duda aquellos que estaban en su contra lo perseguirían en cada momento.

Pero una parte de él disfrutaba pensar en cómo atravesar eso.

«Tengo que asegurarme de no emocionarme tanto. Ese es un mal hábito mío.»

No tenía más opción que concentrarse, conseguir logros y mejorar su estatus social.

Su rango como soldado era oficial de tercer grado. También tenía el título de Cuarto Príncipe Imperial, pero ese era inestable.

El camino hacia el final era largo. No había hecho nada más que alcanzar el punto de partida.

«Hablando de eso…»

Hiro recordó algo repentinamente y sacó una tarjeta del bolsillo en su pecho.

El Primer Emperador Altius se la había dado antes de que regresara a la Tierra.

Al principio era blanca, pero…

Ahora un tercio estaba pintado de negro.

 


[1] Significa Rey de las Hadas.

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