Shinwa Densetsu no Eiyuu no Isekaitan Vol.02 – Capítulo 19

Capítulo 19: Ataque Nocturno

Los fuertes y fríos vientos rugían como bestias mientras sacudían cierta carpa. Hiro podía sentir en su piel que la temperatura disminuía. Pensando que el aire frío podría sentirse bien, agarró el cuello de la Camelia y se la quitó.

En ese momento, un hombre fue llevado ante él. Su armadura se parecía a la del Cuarto Ejército Imperial, pero era algo completamente diferente: era una imitación detallada. Si fuera de día se podrían notar algunas partes extrañas, pero no se podían distinguir con el sol ya oculto.

―Eres un espía del Ducado de Lichtein, ¿verdad?

El hombre no respondió la pregunta de Hiro, pero el soldado a su lado asintió.

Hiro descansó sus codos en la silla y apoyó la barbilla en su mano.

Él observó cuidadosamente al hombre. Con base en su actitud, podía ver que el hombre tenía la determinación de enfrentar a la muerte; había una mirada profunda en su expresión.

―Por lo que puedo ver, has hecho un juramento de lealtad al Ducado de Lichtein, ¿no es así?

Había varias bolsas sobre una mesa. Él tomó una y se la mostró al hombre.

―Hay monedas de oro de Grantz en esta bolsa. No tendrás que trabajar por tres años.

―…

―No quiero que lo malinterpretes, así que diré algo: esto no es un soborno. Sólo quería recompensarte por tu lealtad.

Hiro lanzó la bolsa y ésta golpeó el pecho del hombre. Las monedas hicieron un sonido fuerte y se dispersaron en el suelo.

―Toma eso y regresa a dar tu informe. Y quiero que le des mis saludos a tu general.

Hiro se levantó de la silla y su sonrisa se agrandó. Se acercó al espía y puso una mano en su hombro.

―Pero dicho esto… dudo que tan sólo lo aceptes y te vayas, por lo que también te daré algo de información. No hay necesidad de que te molestes en investigar el campamento del Cuarto Ejército Imperial. Te diré lo que quieres saber.

―… ¿Qué está planeando?

―Depende de ti si me crees o no. Haz lo que quieras.

Hiro se agachó y después habló.

―Vamos a hacer un ataque nocturno ahora. Para eso están afuera los mil quinientos caballeros. Además, el Cuarto Ejército Imperial está más fatigado de lo que pensé. Si fuéramos atacados durante la noche, no creo que podamos luchar. Es por eso que nuestra seguridad es alta… En realidad eso sólo es para aparentar. Los hombres están descansando. Y les hemos permitido algo de alcohol para levantar la moral.

Hiro recogió todas las monedas de oro de Grantz y las devolvió a la bolsa frente al perplejo espía. Después de puso de pie y lo miró.

―Cuando hagas tu informe, asegurate de no mencionar que escuchaste esto de mí.

Hiro metió la bolsa en el bolsillo del espía y se volvió a sentar en su silla.

―Por favor, liberalo.

Después de que dio la orden, el soldado habló con una mirada de sorpresa en su rostro.

―¿E-Está seguro? Si lo matamos aquí…

―No hay problema. No te dejaré ponerle las manos encima. Por favor, escóltalo fuera de nuestro campamento.

―… Entendido.

El soldado se inclinó, le dijo al espía que lo siguiera y se lo llevó afuera.

Hiro se hundió en su silla y esperó a que entrara el siguiente espía.

―¿Qué está planeando?

El hombre que apareció sin sonido alguno era el oficial que fue despreciado por el General Kielo: oficial de segundo grado, Doryx.

Hiro lo miró con su ojo llenó de sospecha. Era un poco difícil de comprender por qué un oficial tendría esta habilidad para borrar su presencia y acechar en las esquinas de una carpa.

Además, él era demasiado leal. Obedecía las palabras de Hiro sin ninguna pizca de duda. Aunque dijeran que se debía a que Hiro era un descendiente del Segundo Emperador, aún era suficiente para considerarse anormal.

―Sería difícil sobornar a ese espía. Pero también sería un desperdicio matarlo.

―No creo que fuera un problema matarlo… Todavía tenemos a otros tres capturados.

―Eso significaría tener menos espías. Para que el General Ranquil crea en sus informes, es mejor tener más.

―Hmm… ¿Pero qué pasará cuando les crea? Podría ver que esta es una buena oportunidad para atacar.

―Hemos hecho preparativos para eso, así que necesitamos que ataquen.  Es por eso que tengo que decirle lo mismo a los espías restantes. Ah. Pero uno de ellos se convertirá en un sacrificio… Bueno, al final todos tendrán el mismo destino, por lo que no hay diferencia.

Después de pensar un poco, parecía que Doryx había llegado a una conclusión.

―En otras palabras…, ¿planea plantar la semilla de la desconfianza en el General Ranquil?

―Cuando las personas cautelosas se encuentran con una discrepancia en la información, sienten una sensación de incomodidad y tratan de verificar las cosas ―Hiro acarició su parche y volteó hacia Doryx―. ¿Qué crees que pasaría si tres dicen los mismo y sólo uno dice algo diferente?

―… Probablemente sería sospechoso de traición.

―Ahí es donde esto entra en juego ―Hiro señaló las tres bolsas sobre la mesa―. ¿Qué harías si una bolsa de monedas cayera del bolsillo de nuestro espía?

―Probablemente tomaría su cabeza. Pero sólo si en realidad la tuviera. Estoy seguro de que hay casos donde las ocultan. Además, ¿qué haría si ellos se limpian las manos por completo? ¿Acaso no existe la posibilidad de que se deshagan de ella antes de regresar a su campamento?

―Es por eso que haré que se “aferren” a sus vidas. Cuando a aquellos que están preparados para morir se les permite vivir, sienten una sensación de alivio. Eso causa que se forme un apego a este mundo… casi al punto de no poder resistirse. Si les entregas monedas, es aun más efectivo. La cantidad de dinero es demasiado valiosa como para ocultarla o deshacerse de ella, así que estoy seguro de que la mantendrán cerca.

―¿El resultado será el mismo aunque no lo hagan…?

―Sí. En cualquier caso, el resultado será el mismo. Además, el Ducado de Lichtein se encuentra en un estado precario. Aunque fueran capaces de derrotarnos, no hay nada más que incertidumbre en su futuro. Tomando en cuenta esto, estoy seguro de que no se desharán de las monedas.

―Ya veo.

Aunque hacía preguntas, él no refutaba nada. Hiro le daba información y él la grababa en su cabeza. Parecía apasionarle su trabajo, pero tenía que haber algo más que eso.

Doryx estaba mirando hacia abajo mientras reflexionaba.

Por su parte, Hiro estaba completamente inexpresivo cuando murmuró:

―Oficial de segundo grado, Doryx.

―¿Sí?

―¿Puedes traer el siguiente?

Aunque lo interrogase ahora, no había suficiente tiempo y no sería capaz de obtener alguna prueba. Su única opción probablemente era dejarlo moverse libremente hasta que llegue el momento indicado.

―Por supuesto.

―Además, ¿puedes pedirle a alguien que traiga al shiryu?

―Como desee.

Doryx hizo una reverencia y se retiró.

«Creo saber quién está detrás de esto. Probablemente no habrá problema con dejarlo libre por ahora.»

Hiro soltó un profundo suspiro y se reclinó en el respaldo de su silla.

La batalla de hoy aplastó la moral del enemigo. Probablemente había desertores a estas alturas. Ahora todo lo que tenían que hacer era motivar a los nerviosos soldados para reducir los números del enemigo y eliminar al General Kielo y sus seguidores en la batalla de mañana. Una vez hecho eso, esta guerra terminará.

―Cierto. Tengo que enviar un mensajero a la retaguardia.

Ellos ya debían haber llegado.

Hiro puso en marcha un plan antes de venir aquí. La hora de actuar había llegado finalmente.

―El fin está cerca.

Hiro acarició su parche y miró a la entrada de la carpa.

✽✽✽✽✽

Campamento del Ducado de Lichtein.

Había una atmósfera sombría impregnando el cuartel general.  Las caras del General Ranquil y sus oficiales parecían oscuras y deprimidas. Además, tal vez debido al frío, varios tenían la cara pálida e incluso sus labios estaban azules.

Eso no significaba que no había alguna fuente de calor. Había varios calentadores dentro de la carpa. Pero su formación para la última batalla era desfavorable y no había buenas señales en su futuro; esto hacía que el frío fuera aun más severo. Entre ellos, un tembloroso oficial miró a Ranquil.

―Su Excelencia Ranquil. En cuanto a los esclavos, parece que la mayoría han escapado. A este paso, podría incluso afectar a los soldados.

―… Estoy seguro de que dimos avisos sobre el severo castigo.

Estaba claro que este era el efecto del hombre de negro. Lo único que podían hacer al respecto era aliviar el miedo, pero tenían opciones limitadas en un campo de batalla como este. Su única opción era prácticamente ofrecerles alcohol a los hombres, pero ni siquiera podían hacer eso en esta situación donde no sabían cuándo el enemigo podría atacar durante la noche.

―El enemigo piensa lo mismo que tú.

Los ataques nocturnos eran una táctica de guerra establecida. Era la estrategia ideal para que un ejército pequeño derrote a uno grande; lo opuesto también era cierto. Era imposible que una persona inteligente, la cual exhibió tales estrategias como las del otro día, fuera inconsciente de esto. Era por eso que, aunque se les permitió descansar a los soldados, no tenían permitido quitarse la armadura. Esto debido a que no sabían cuándo el enemigo podría atacar en la noche.

―Qué irritante…

Incluso él era consciente de que se había vuelto demasiado cauteloso. Pero si hacía un movimiento en falso, eso significaría la ruina para el país. Él no podía actuar imprudentemente. Lo mismo aplicaba para los desertores. Aunque los sentenciaran a un severo castigo, matarlos para poner un ejemplo causaría discordia en el ejército. Aunque los capturasen, sólo serían un obstáculo, por lo que no tenían más opción que dejarlos ir. Pero actualmente, esto estaba propagando aun más la agitación entre los soldados.

―… En todo caso, no tenemos más opción que esperar el regreso de los espías.

Dependiendo de los reportes de los espías, él decidirá si hacer un ataque nocturno o no. Ellos habían sido capaces de determinar la ubicación del campamento enemigo con base en los reportes de los vigías. Pero sorprendentemente, la seguridad del enemigo estaba en alerta máxima y probablemente no podrían lograr mucho haciendo un ataque nocturno en esa ubicación. No sólo eso, sino que existía el riesgo de que sufran bajas.

―Es frustrante, pero no tenemos más opción que esperar.

Él envió varios espías hace unas horas y les ordenó investigar el estado del campamento enemigo. Probablemente sólo obtendrían una cantidad limitada de información en este corto período de tiempo, pero era posible que encontrasen una luz al final de tunel.

―¿Seremos capaces de hacer un ataque preventivo?

Había dos mil caballeros desplegados fuera de su campamento y estaban esperando órdenes.

Ahora simplemente tenían que esperar el regreso de los espías y determinar el momento indicado.

Tras recordar algo repentinamente, Ranquil les habló a los oficiales.

―¿Qué está haciendo Lord Karl?

―Está más fatigado de lo esperado, así que lo hicimos descansar.

Él era el segundo hijo de la casa ducal cuya posición se elevó como resultado de la muerte de los otros sucesores. Tenía un cuerpo débil y difícilmente tenía la oportunidad de salir. Parecía haber llegado a su límite por el despliegue repentino.

―Incrementa su seguridad en caso de una emergencia. Si algo llegara a sucederle a Lord Karl, ese sería el fin de nuestro país.

―¡Sí!

Él quería que Karl elevase la moral de los soldados, pero no podía exigirle demasiado.

Si también lo perdieran, su país sería anexado por otro estado.

―¿Por qué las mentes de los humanos se vuelven inútiles cuando están acorralados…?

Actualmente había una mayor sensación de peligro que cuando el país vecino de Schteizen había invadido. En ese entonces, aún si él hubiera muerto, los grandes nobles todavía estaban vivos, aunque fueran incompetentes. Él no tenía ninguna ansiedad en cuanto al futuro en ese momento. Aunque hayan sido ineptos, después de perderlos él se dio cuenta por primera vez de lo importantes que eran.

―No puedo pensar en esto ahora. Si el comandante pierde la calma, los soldados querrán desertar.

Después de reírse de sí mismo, él decidió terminar con eso y cambiar de tema.

―¿Hemos encontrado los suministros del Cuarto Ejército Imperial?

―No. Creemos que están aquí, pero… todavía no los descubrimos.

El lugar al cual el oficial bajó la mirada y señaló era el área alrededor del fuerte que tomó el Cuarto Ejército Imperial. Si pudieran al menos destruir los suministros, podrían evitar una guerra prolongada. Incluso podrán bajar su moral y probablemente cambiar el rumbo de la guerra a su favor. Sin embargo, existía la preocupación de que ocurriese lo contrario: la posibilidad de que en realidad pudiese solidificar la unidad del enemigo.

―… Esta es una posición difícil, pero si nos da al menos la menor esperanza, deberíamos destruir los suministros.

En este momento, él estaba dispuesto a aferrarse desesperadamente a la menor esperanza. También necesitaban levantar la moral.

―Um… Por cierto, ¿no le importa que añadan al ejército rebelde a sus filas?

―Dudo que eso suceda. No lograrán coordinarse con un grupo de esclavos que no tienen ningún entrenamiento. En realidad, serán un obstáculo. Si dependiera de mí, probablemente los mataría.

―Pero el Cuarto Ejército Imperial no lo ha hecho. Me pregunto si deberíamos considerar la posibilidad de que haya una razón para eso.

―También he pensado en eso varias veces. Una manera de utilizar al ejército rebelde para obtener una ventaja en la batalla… Sin embargo, considerando la posición del enemigo, ellos nos superan en número, por lo que no necesitan agregarlos a sus filas. Aunque fueran a utilizarlos como escudo, si los esclavos huyeran a mitad del camino, eso pondría en desorden su formación.

Ranquil cruzó los brazos y resopló.

―Una razón para incorporar un grupo así, el cual no sería más que un obstáculo… No puedo pensar en ninguna posibilidad.

―En realidad, podrían no tramar nada.

Tal vez con la intensión de aliviar la tensión, el oficial intentó hacer una broma.

Normalmente se le habría hecho retirarse. Sin embargo, él estaba tratando de aliviar la atmósfera sombría. Se le agradecía ese espíritu suyo. Fue por eso que Ranquil sonrió y lo permitió antes de responder la pregunta seriamente.

―Eso es poco probable. Si su objetivo es confundirnos, la batalla de hoy fue suficiente para hacerlo. No hay necesidad de que se tomen la molestia de anexar a un grupo tan peligroso como el ejército rebelde ―dijo Ranquil mientras se encogía de hombros―. No tiene sentido preocuparse por eso. Cuanto más pensemos en ello, más caeremos en el truco del enemigo. Terminaremos esta conversación aquí. Por ahora, esperemos a que los espías regresen para determinar si haremos o no un ataque nocturno.

No había necesidad de asumir otro problema.

Posteriormente, él recibió la noticia de que los espías habían regresado.

Ranquil ordenó que los dejasen pasar. Un hombre apareció en la entrada y se arrodilló.

Ranquil le agradeció por su trabajo y le pidió su reporte.

―Entonces, daré mi reporte ―El espía hizo una reverencia y habló con cautela y fluidez―. Cuando me infiltré en el campamento enemigo, vi que los soldados recibieron alcohol para elevar la moral y estaban descansando sin su armadura como si no estuvieran preocupados por un ataque nocturno. El ejército enemigo está más fatigado de lo esperado y no parecen estar en condiciones para pelear. Además, hay mil quinientos caballeros en espera fuera de su campamento, preparándose para un ataque nocturno.

―Así que, después de todo, ellos también están preparándose… ¿Te pareció que encontraríamos algún problema si iniciamos un ataque nocturno?

―Aunque su seguridad está en alerta máxima, creo que un ataque nocturno seguramente tendrá éxito.

―Hmm… Bien. Haré que te den agua y comida. Puedes retirarte.

―¡Sí! ¡Con su permiso!

Cuando el espía se retiró, el oficial se acercó a Ranquil con una expresión de alegría.

―Parece que el enemigo también está preparándose, por lo que me pregunto si sería mejor que actuemos primero y lancemos un ataque preventivo.

―No hay necesidad de apresurarse. Deberíamos escuchar los reportes de los demás antes de tomar una decisión.

No podían hacer nada hasta escuchar a los demás primero. Si pasaran por alto algo, inmediatamente los llevaría a una batalla perdida. Su razonamiento le decía que debían proceder con cautela.

―Trae el siguiente.

―Sí.

El oficial no parecía convencido, pero asintió y obedeció. Su impaciencia era entendible. Considerando cómo un solo hombre había jugado con ellos hoy, más el hecho de que eran superados en número y los constantes desertores, el reporte del espía era extremadamente tentador. Sin embargo, si resultase ser una trampa, eso les costaría demasiado. El destino del país estaba en juego.

―… Todavía tenemos tiempo. No debería ser demasiado tarde para tomar una decisión después de escuchar todos los reportes.

Ranquil notó que una sensación de agitación estaba creciendo dentro de él, pero sacudió la cabeza para disiparla.

―Lo he traído.

―Bien. Escuchemos tu reporte.

―¡Sí!

El segundo hombre se arrodilló y dio su reporte.

―Cuando me infiltré en el campamento enemigo, vi que los soldados tenían lanzas y arcos listos para un ataque nocturno. Parecían un poco fatigados, pero su moral era alta y su comandante, la Sexta Princesa Imperial, estaba animándolos. Parece que será difícil hacer un ataque nocturno.

Las rostros de los oficiales palidecieron. Algunos incluso estaban murmurando que los reportes eran diferentes.

Ranquil colocó una mano en su frente y soltó un pequeño suspiro.

―¿Había caballeros afuera?

―Había camellos, pero no jinetes. Creo que pueden estar seleccionando soldados de élite.

―Bien. Puedes retirarte.

―¡Sí!

Después de asegurarse de que el espía se había ido, Ranquil parecía agotado mientras se dejaba caer en su silla. Un oficial le dio un poco de agua.

―Gracias.

―Este es un gran problema. Podríamos haberlo dejado pasar si sólo hubiera ligeras diferencias, pero con inconsistencias tan significativas en los reportes, no podemos tomar una decisión tan fácilmente.

―Mm… Tienes razón. Escuchemos a los demás también. Después lo discutiremos.

Posteriormente escucharon al tercer y cuarto espía, pero el úncio reporte que difería era el segundo.

Ranquil volvió a llamar al segundo espía y lo examinó.

―¿Sabes por qué te llamamos?

―N-No, no lo sé.

―Tu reporte difirió considerablemente con los demás.

Había una mirada de sorpresa plasmada en la cara del espía. No sólo los oficiales, sino también Ranquil, maldijeron al espía por su impresionante actuación.

―Revisen el cuerpo de este hombre. Estoy seguro de que ha sido comprado.

Los soldados en la entrada sujetaron sus brazos y todos los oficiales comenzaron a revisar su cuerpo.

―¡A-Aquí! ¡Hay una pequeña bolsa con una gran cantidad de monedas de plata de Schteizen!

―Está resuelto.

―¡N-No! ―gritó el pálido espía.

Ranquil lo cuestionó con una mirada fría.

―¿Qué quieres decir?

―¡No he sido comprado! ¡La seguridad del enemigo realmente está en alerta máxima!

―Entonces, ¿qué es esto? ¿Por qué esta pequeña bolsa, con todas estas monedas de plata de Schteizen, estaba en tu bolsillo?

―E-Eso…

El espía vaciló al hablar. Ranquil le dio indicaciones a los soldados.

―Decapitenlo.

―¡P-Por favor, espere! ¡Ese no es el caso! ¡Por favor, tenga piedad, General Ranquil!

La espada de un verdugo cayó en el cuello del espía que estaba sometido en el suelo. En un instante, una aspersión de sangre tiñó de rojo la carpa. Ranquil pisó el charco de sangre y dijo con molestia…

―¡Dejarse comprar durante los tiempos de necesidad de tu país!

Él arrojó hacia el cadáver el contenido de la pequeña bolsa y las monedas se esparcieron. Ranquil estaba respirando bruscamente y sus hombros subían y bajaban mientras daba su orden.

―Haremos un ataque nocturno. ¡El enemigo está descansando!

―Pero parece que el enemigo también está preparado para un ataque nocturno…

―No importa. Por eso se les ordenó a los soldados no quitarse la armadura. Avísale a cada unidad que se prepare para el ataque nocturno sin descuidar la seguridad.

Ranquil bajó la mirada al mapa y especuló sobre el camino que el enemigo tomaría.

―Si fueran a iniciar un ataque nocturno por nuestra retaguardia, tendrían que hacer un gran desvío. Y tienen mil quinientos hombres. Les sería en vano si descubrieramos su presencia por el ruido de su marcha, por lo que no creo que vengan por la retaguardia. Sin embargo, por si acaso, pondremos un gran número de fogatas ahí para aparentar. Levanten tres capas de vallas a la izquierda y derecha. Los llevaremos directo al frente. Haz que los hombres preparen sus arcos y lanzas.

―¡Sí!

Los oficiales salieron corriendo de la tienda. Este era un momento crítico. Después Ranquil recordó repentinamente la existencia del hombre de negro.

―Espera. ―Ranquil llamó a uno de los oficiales y lo detuvo.

―¿Sí?

―Asigna la unidad preparada para el hombre de negro a la seguridad de Lord Karl.

―¡Entendido!

Alguien con un poder militar como el suyo podría fácilmente llegar al centro de su campamento.

Si aplastasen a los mil quinientos caballeros mientras protegen a Karl, sin duda la moral de los soldados se elevaría. De tener éxito en el ataque nocturno, él se quedaría solo y ellos podrían enfrentarlo de diferentes maneras.

―Acabaré contigo aquí.

Así fue como el Ducado de Lichtein se preparó para un ataque decisivo.

 

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