Shinwa Densetsu no Eiyuu no Isekaitan Vol.02 – Capítulo 18

Capítulo 18: Estratagema

Cuando terminó el consejo de guerra y salió de la tienda, Hiro fue recibido por los intensos rayos de luz solar.

Hiro levantó una mano para hacerle sombra a sus ojos entrecerrados y miró el área.

Un gran número de soldados se movían con prisa. Con el movimiento de las personas, el polvo era transportado por el viento y se mezclaba con el aire.

El viento jugaba con el dobladillo del manto negro de Hiro. La bandera en las manos del abanderado danzaba elegantemente en el aire como abriendo sus alas.

En ese momento, Hiro notó el nuevo blasón.

―Trabajan bastante rápido.

Todos los blasones del General Kielo izados en el cuartel general fueron retirados y en su lugar estaba el blasón de la Sexta Princesa Imperial: una bandera roja con lirios.

En otras palabras, significaba que Liz le había quitado el mando al General Kielo. Sin embargo, aunque le haya quitado el mando, no significaba nada a menos que ganasen esta guerra.

Primero tenía que establecer su posición. Pero…

―No parece que vaya a ser un problema.

Hiro miró a la joven de cabello carmesí. Liz estaba trabajando junto a los soldados. Aunque confundida, Milieu también estaba ayudando a su lado. Estaban llenando costales con arena.

―¡Estoy segura de que están cansados, pero esforcémonos sólo un poco más!

―Princesa, nosotros podemos manejar estos trabajos por nuestra cuenta…

―Descuida. Estoy haciendo esto porque quiero. No te preocupes y continúa con tu trabajo.

―Entendido…

El líder de unidad estaba tan conmovido que su cuerpo tembló y dijo con fuerza:

―¡No le causen más problemas a la Princesa! ¡Tenemos que apresurarnos a terminar este trabajo!

Todos los soldados a su alrededor respondieron con un grito vigoroso. Al mismo tiempo, una voz en pánico podía escucharse desde la tienda detrás de ellos.

―¡General, compórtese!

―¿Cómo sucedió esto…? ¡Llévenlo de inmediato al médico!

El General Kielo fue cargado por dos oficiales. Hiro lo miró por el rabillo del ojo y sonrió irónicamente. Él probablemente regresará a la normalidad después de que pase un tiempo. Hiro no pensó que él estaría atónito al punto de desmayarse, pero no debería estar completamente destrozado.

―Pero quizá sería mejor pensar en qué hacer en caso de que ya no pueda usarlo…

Había una razón por la cual Hiro dejó con vida al General Kielo, pero soltó un suspiro por el hecho de que las cosas no siempre salían según lo planeado. Después se acercó al último hombre en salir de la tienda y lo llamó.

―¿Tienes un segundo?

―¡¿S-Se refiere a mí?!

El hombre cuya espalda se enderezó era quien había protestado contra el General Kielo y fue expulsado. Él terminó siendo salvado por la aparición de Liz justo cuando iba a retirarse.

Parecía que estaba nervioso al ser llamado por un miembro de la familia imperial, o más bien por poder conocer a un descendiente del Segundo Emperador. Hiro sonrió alegremente, le palmeó la espalda y se le acercó de manera relajada.

―Aparte de lo que dije antes, hay algo que quiero que hagas por mí.

―¿Qué podría ser?

En el consejo de guerra, Hiro dio instrucciones de retirarse rápidamente. Para eso estaban preparándose Liz y los demás. Decidieron retirarse después de preparar algunas estrategias para la posibilidad de un ataque enemigo.

Había estrategias con las que se podría ganar sin retirarse, pero habría algunas bajas de su parte. Lo que quería Hiro era una victoria total; quería hacer que el enemigo se rindiera sin esperanza de ganar, ya que esto repercutiría en planes futuros.

―¿Puedes traerme algún reporte reciente dirigido al General Kielo? No importa que sea el más reciente.

La expresión del oficial se tensó, probablemente por suponer lo que Hiro trataba de decir. Después de pensarlo un poco, el oficial asintió en silencio.

―… Entendido. Lo traeré inmediatamente.

Tras ver al oficial irse, Hiro empezó a caminar. Planeaba ayudar a Liz y los demás con su trabajo. No sólo el comandante, sino todos en altos cargos debían poner el ejemplo. La gente no seguiría a aquellos que sólo dan órdenes. Esto era muy importante al adentrarse en el territorio enemigo como ahora. Ellos debían comer después de los soldados y realizar sus deberes sin quejarse.

Aunque eran actos simples, se trataba de un asunto serio que concernía a la moral. Aunque no era algo que se podía ver, los resultados se mostrarían más adelante.

―Liz. También ayudaré.

Liz dejó de trabajar y dio vuelta. Después de limpiar el sudor en su frente, inclinó la cabeza.

―¿No tienes otras cosas que hacer, Hiro?

―Todos los líderes de unidades han sido informados del cambio de comandante y ya se les han dado indicaciones. Por lo que puedo “ver”, no hay problemas. Ahora sólo tengo que esperar el regreso del vigía.

Por lo que había escuchado, parecía que Liz estaba en contacto con cada líder de unidad en secreto. Él no sabía qué es lo que estaban pensando, pero por ahora nadie protestó abiertamente. Desde ahora podía confirmar si estaban actuando según las órdenes. Todo lo que quedaba era esperar el regreso del vigía. Hasta entonces, Hiro no tenía nada que hacer.

Sin embargo, tal vez Liz todavía no estaba convencida y parecía insatisfecha.

―Dependeremos de ti más adelante. Quiero que guardes al menos un poco de fuerza… Has estado luchando mucho, después de todo. ¿No estás cansado?

―Mentiría si digo que no estoy cansado, pero me sentiría mal si soy el único que no hace nada.

Liz parecía preocupada mientras veía a Hiro encogerse de hombros.

―Hmm~… Parece que no me harás caso aunque te diga que descanses, así que supongo que sería mejor mantenerte a la vista.

―Haha. No soy un niño…

―¿En serio? Pero desapareces en cuanto te quito los ojos de encima, Hiro.

―… Está bien. Trabajemos en silencio.

Él no sabía qué más podría salir si la conversación continuaba. Hiro se unió a los soldados y se puso a trabajar para dejar atrás la situación.

Después de un tiempo, el vigía regresó.

―Su Alteza Hiro. He ido a revisar la situación del enemigo como lo ordenó.

―Gracias.

Hiro le entregó una cantimplora y esperó a que el vigía recuperase el aliento.

―Como Su Alteza Hiro había supuesto, los esclavos del ejército enemigo están perdiendo gradualmente la voluntad para luchar.

―¿No podrán movilizarse por un tiempo?

―No, los esclavos están en la retaguardia y la caballería está situada en el frente. Parecía que estaban preparados para atacar en cualquier momento.

―Entonces, atacarán si les mostramos una abertura.

―Así es.

―Pero no parece que tengan un plan firme. Los sorprenderemos cuando terminemos nuestros preparativos.

Hiro levantó la mano; era una señal para la banda de guerra, quienes tocaron sus tambores. El sonido de los tambores sacudió el aire y se extendió a cada unidad.

Los primeros en moverse fue la caballería del flanco derecho y comenzaron su marcha hacia el este. La caballería del flanco izquierdo, que tomó un desvío detrás de ellos, siguió por el mismo camino.

Hiro colocó en su espalda el objeto con el que estaba trabajando previamente. Después llamó al shiryu y lo montó.

―Liz. Sólo haz lo que discutimos en el consejo de guerra.

―Entendido. Ten cuidado.

―Sí. Te dejo el resto.

―¡Escuchen! ¡Comenzaremos la operación! ¡Muévanse rápido!

Hiro avanzó hacia el este con el shiryu como si la voz de Liz lo empujase por detrás.

―El viento sopla agradablemente ―murmuró Hiro mientras miraba al cielo.

✽✽✽✽✽

Escuchando el sonido de los tambores, el campamento del Ducado de Lichtein cayó en el pánico.

―¡Ataque enemigo! ¡La caballería enemiga se acerca!

―¡Enviemos a la caballería!

―¡Envíen a los esclavos al frente y úsenlos como pared! ¡Y también envíen a los arqueros al frente! ¡Que disparen sus flechas!

Después de mirar con disgusto a los nerviosos nobles, el General Ranquil apretó los dientes con molestia.

―Tomaron la iniciativa…

Se enteraron del cambio de comandante del Cuarto Ejército Imperial, pero eso fue hace poco. Por lo tanto, a fin de saber más sobre el general enemigo, el General Ranquil envió a la caballería al frente para esperar y ver lo que la otra parte haría. Entonces, después de enterarse que su oponente no estaba en alerta, iba a enviar una pequeña unidad para obtener información sobre la posición del enemigo… Fue en ese momento que la caballería enemiga comenzó a avanzar.

―Así que la situación está a su favor.

Ellos escogieron el momento perfecto para tomar la iniciativa.

Si esto era obra de la Sexta Princesa Imperial, el futuro parecía sombrío. Aunque no lo fuera, era evidente que tenía a alguien inteligente a su lado.

Como se esperaba del Gran Imperio Grantz, el cual reina todo el mundo: tenían abundancia de gente talentosa.

Pero este no era momento para sentirse impresionado.

―¡No entren en pánico! ¡Desplieguen a la caballería a los lados!

Independientemente de su intención, lo único que él quería evitar era que fueran rodeados.

―¡Envíen a los arqueros al frente! El enemigo se tomó la molestia de venir. ¡Esta es la oportunidad perfecta!

Y entonces se dio cuenta. El que avanzaba al frente de la caballería era ese hombre.

―Así que ha venido, después de todo…

La herida hecha por ese hombre de negro aún era profunda. Los esclavos eran un hecho, pero la noticia pudo haberse extendido a los soldados también, puesto que había miedo en sus caras. La única forma de eliminarlo era darles confianza. El General Ranquil se preparó, convenciéndose de que se beneficiaría de esta situación todo lo posible.

―¡Unidad de arquería, prepárense!

Cuando Ranquil dio su orden, una escena misteriosa se desarrolló frente a él.

La caballería enemiga se abrió a los lados y se dispersó. Grandes nubes de polvo se levantaron y pintaron de café el cielo.

―Usan el viento…

Envueltos por las nubes de polvo, la caballería desapareció. Sólo se podían escuchar los estruendosos gritos de guerra y las pezuñas de los caballos. No era una situación con la que normalmente se estaría feliz, pero quizá sí en este caso, puesto que el hombre de negro desapareció de la vista. Debido a esto, muchos de los soldados no se dieron cuenta de su presencia.

―¿Pero planean usar la nube de polvo para rodearnos…? En ese caso, me han subestimado.

Después de mirar en todas direcciones, Ranquil gritó.

―¡Que avancen los flancos derecho e izquierdo! ¡Primer batallón, retrocedan! ―Ranquil dio órdenes de rodearlos…

Entonces, después de que pasó un poco de tiempo…

―… ¿No vendrá el enemigo?

Se dio cuenta de que algo estaba mal. Pero el sonido de los tambores, los gritos de guerra de los soldados y el estruendo de las pezuñas aún sacudía el aire.

―No… ¿Están alejándose?

Los sonidos se debilitaban al pasar el tiempo. Para cuando llegó a pensar que fueron engañados ya era demasiado tarde. Cuando las nubes de polvo se despejaron, la caballería no se veía por ningún lado. El General Ranquil trató de pensar en el posible objetivo que podrían haber tenido con esto, pero la voz de un soldado lo hizo detenerse.

―¡E-Es el hombre de negro! ¡Apareció de nuevo! ―Esto era lo que parecía decir la voz en el frente.

El caos descendió sobre los soldados y se propagó rápidamente.

―¿Qué dijo…?

Él ni siquiera tenía tiempo para pensar. Cuando Ranquil levantó la cara con sorpresa, una conmoción estalló y las filas de soldados se rompieron. Y eso no fue todo: los soldados se detuvieron completamente. Ranquil se llevó una mano a la frente, sintiendo un dolor de cabeza, y miró al mismo lugar que los soldados.

Ahí se encontraba un hombre con su ropa negra ondeando en el viento.

Esto evocó la escena de los 1,000 soldados siendo asesinados. Sabía que su cuerpo estaba temblando, pero Ranquil no era tan tonto como para entrar en pánico. Se golpeó la cara y recuperó la calma.

Habló después de tomar un poco de aire:

―¡Guarden la calma! ¡Mantengan las filas! ―La fuerte voz de Ranquil resonó―. Sólo hay un enemigo, después de todo. ¡¿A qué le temen?!

―¡P-Pero él enfrentó a 1,000 hombres solo!

―No entren en pánico. Hemos hecho preparativos para él.

Como contramedida para el hombre de negro, 1000 hombres hábiles fueron reunidos en una unidad. Aunque sean la élite, contra un hombre que enfrentó a 1,000 soldados, 100 hombres podrían no ser alentadores. Pero todo lo que necesitaban hacer era conseguir algo de tiempo. Mientras impedían que el hombre se fuera, ellos derrotarían al exhausto Cuarto Ejército Imperial. Después simplemente tendrían que tomarse su tiempo para acabar con él; era superado en número, después de todo. Era imposible que pudiese perseguir por su cuenta a un gran número de enemigos dispersos.

―Es hora de la venganza.

Ranquil sacó la espada en su cintura y la apuntó hacia el abanderado. Los 100 caballeros seleccionados se movieron hacia la vanguardia. Tras crear un poco de distancia, el resto del ejército comenzó a avanzar.

―Cuando la vanguardia entre en batalla con el hombre de negro, nosotros atacaremos al Cuarto Ejército Imperial. Hasta entonces, seguiremos a la vanguardia para que no sepan de nuestro plan.

―Sí, notificaré a cada unidad.

―Mm. Lo dejo en tus manos.

Ranquil después llamó a un mensajero.

―¿Qué desea que haga?

―Lleva un mensaje a la vanguardia: todo esto será en vano si mueren. Su objetivo es contenerlo aquí. Diles que no lo olviden.

―¡Entendido!

Sin embargo, sin importar cuánto tiempo pasó, la batalla no comenzó. Mientras Ranquil lo encontraba extraño, el mensajero regresó.

―¡Era falso! ―dijo el mensajero con su cara llena de mortificación―. ¡El hombre de negro es falso!

―¿Huh…? ¿A qué te refieres con falso?

―Sólo eran costales de arena y madera cubiertas por un manto negro.

Un fuerte golpe resonó. Era el sonido del objeto que el mensajero tiró de su espalda. Como dijo el mensajero, era un poco de madera cubierta por un manto negro.

―… Ah. ¿Qué es esto?

Estaba tan sorprendido que no podía hablar. ¿Estaban tan atemorizados que fueron engañados por un truco tan infantil y confundieron a la persona con esto?

El mensajero le habló al desconcertado Ranquil.

―Y hay más de estos objetos adelante.

―… ¿Qué?

Esta era la ubicación donde el Cuarto Ejército Imperial luchó contra el ejército rebelde. Se había convertido en una gran cavidad que se podía mirar de todas direcciones. Había pedazos de madera cubiertos por mantos negros mezclados con los cadáveres. Un gran número de estos espantapájaros actuaban como lápidas.

―Parece que se están burlando de nosotros.

Sin embargo, realmente fue una estrategia efectiva. Por lo que sabían de las habilidades del hombre de negro, no era imposible que estuviera escondiéndose en las sombras de uno de los espantapájaros. Y también existía la posibilidad de que uno de ellos fuera él en realidad. Probablemente muchos hombres estaban analizando la situación de esa manera, por lo que vacilaban.

―Esto sólo es para retirarse, o tienen soldados a la espera para una emboscada. En fin, no creí que nos engañaría tan bien.

Apartando la mirada del cementerio y mirando al otro lado, pudo ver la retaguardia del Cuarto Ejército Imperial mientras se retiraban. Esta carnada era tan tentadora para él que casi quería perseguirlos sin pensar. Pero si quería atacarlos, tendría que atravesar por aquí. Si esto resultara ser una trampa, no sólo perderían su posición ventajosa, sino que caerían en una situación mortal.

Y él ni siquiera quería pensar en qué pasaría si el hombre de negro estuviera oculto. Sin duda se volvería una batalla perdida.

―Aunque hagamos un gran desvío y los persigamos…

El enemigo no sólo estaría listo para entrar en batalla, sino que había una posibilidad de que los soldados todavía se encontrasen en desorden al enfrentarlos. Un plan muy bien pensado y una táctica de la cual aprender.

―Controlar la batalla tan libremente estando en territorio enemigo… Parece que el enemigo tiene a un monstruo como Marte.

Ranquil miró al cielo tras reír ligeramente. Un velo de oscuridad estaba descendiendo. Si no calculaba bien sus acciones, lo único que les esperaría era la ruina. Movilizar un ejército sólo por sus emociones indicaba fracaso como líder.

―El sol se pondrá pronto. Parece que será mejor regresar al campamento por ahora.

Había una sombra en la expresión de Ranquil, debido a que su camino a la victoria estaba completamente cerrado. La voluntad para luchar del ejército estaba decayendo y la moral seguía disminuyendo. Terminarían perdiendo si él no elaboraba una estrategia para superar esto.

Se dio cuenta de que había un gran muro invisible obstaculizando su camino.

✽✽✽✽✽

El sol se puso. El viento, que transportada suficiente calor para quemar la piel, comenzó a enfriarse.

Había muchas fogatas encendidas en el área. Más de mil tiendas las rodeaban, las cuales estaban juntas como un pueblo. En vista aérea se vería que estaban en una formación circular.

Este era el campamento del Cuarto Ejército Imperial.

En el centro había una tienda notablemente grande con un blasón rojo con lirios.

No había nadie dentro, debido a que la persona que duerme aquí ―Liz, la Sexta Princesa Imperial― actualmente se encontraba dando vueltas intentando levantar la moral de los soldados.

A poca distancia de esa tienda se encontraba otra preparada para un consejo de guerra. Normalmente, la Sexta Princesa Imperial, quien actúa como el comandante, debería estar aquí… Pero en su lugar, quien estaba sentado al frente de la larga mesa era el Cuarto Príncipe Imperial Hiro.

Además, el General Kielo y los oficiales que lo ayudaban también estaban sentados alrededor de la mesa.

Hiro fue el primero en hablar.

―Respecto a por qué los convoqué… Creo que podrían tener una vaga idea.

Hiro tocó un montón de informes colocados en la mesa y habló de manera altiva, a lo cual las caras de los oficiales comenzaron a palidecer. Nadie se atrevía a levantar la cara. Sabían lo que iba a suceder.

―General Kielo.

Quizá no esperaba ser llamado, puesto que el General Kielo miró a Hiro con una expresión de sorpresa.

―¿Qué sucede?

―Estos informes dicen que les ordenó a varias unidades robar provisiones de las aldeas cercanas.

―¿Acaso no es una táctica de guerra fundamental el abastecer provisiones de una nación enemiga?

―Así es. Pero eso es en caso de que haya remuneración. Saquear no es aceptable.

―Qué idealista… Esto lo hacen todos los países.

―El Gran Imperio Grantz respeta el reglamento militar. En especial alguien con el rango de general necesita tenerlo en mente. Habiendo ido en contra de eso, sus acciones de ninguna manera son perdonables ―Hiro continuó con indiferencia―. Por lo tanto, lo destituiré de su rango de general.

―¡A-Aunque sea un miembro de la familia imperial no debe tener tal autoridad! ¡¿Qué le da el derecho de hacer eso?!

―Es verdad. Pero si envío un informe al departamento militar, creo que el resultado sería el mismo.

―E-Eso…

―Si no quiere que eso suceda, supongo que no tiene otra opción más que envenenarme o atacarme en la oscuridad y matarme.

―Desearía que no dijera tales cosas.

La cara del General Kielo se tensó. Su reacción hizo parecer que Hiro había adivinado sus pensamientos y dio en el blanco. Mientras pensaba en lo fácil que era leer a este hombre, Hiro contuvo una carcajada y asintió.

―Me excedí un poco. Me disculpo. Por favor, olvide que eso pasó.

―Sí, se excedió. Desearía que no me subestimase tanto. Es imposible que haga algo tan insolente.

―Sí, es verdad. Usted es una persona noble y distinguida ―Hiro abrió ambos brazos―. Por lo tanto, debe haberse dado cuenta de que los únicos aquí son los oficiales que obedecían sus órdenes.

Finalmente debió haberse dado cuenta, puesto que el General Kielo abrió los ojos con sorpresa y miró las caras de los oficiales.

―C-Ciertamente.

―Entonces sabe lo que quiero decir, ¿no?

―… P-Por supuesto.

Parecía no saber; su mirada estaba dando vueltas y se veía confundido. Sorprendido por la ignorancia del General Kielo, Hiro decidió continuar la conversación.

―Probablemente no lo creerá a menos que lo escuche de mí ―Sonrió, levantó la mano y extendió el dedo índice―. Si obedece mis indicaciones de ahora en adelante, pretenderé que esto nunca pasó.

―Qué…

―No me parece un mal trato. Dependerá de sus próximos logros, pero puedo tratar de hacer que lo llamen a la capital. Es más, incluso podría ser posible que lo nomine como comandante en jefe.

―… ¿De verdad?

―Es un desperdicio tener a un general tan distinguido como usted aislado en esta región remota ―Después de un suspiro fingido, Hiro movió la cabeza―. Sin embargo…, no puedo encubrir todas las violaciones del reglamento militar que ha cometido aquí. Parece que se ha esparcido la noticia por las unidades a las que les dio indicaciones.

―Oh…

―Lamento decir esto, pero me gustaría que dirija la vanguardia en la batalla decisiva de mañana, General Kielo.

―Eso…

El General Kielo claramente estaba consternado. La tasa de bajas en la unidad de vanguardia era alta. Y si se convirtiese en su comandante, sería el objetivo de muchos soldados enemigos. Era imposible que simplemente aceptase eso; por eso Hiro decidió darle un ligero impulso.

―Nosotros los superamos en número. No hay necesidad de preocuparse. No es que quiera enviarlo a la vanguardia sin un plan. Quiero que acumule méritos.

―Hmm…

―Estoy seguro de que la batalla decisiva de mañana será una victoria garantizada. Pero si está en la seguridad de la retaguardia no podrá conseguir méritos. Entonces no sería convocado a la capital.

―Es verdad.

―Entienda, por favor, Me gustaría que una persona distinguida como usted se convierta en comandante en jefe.

―… Por favor, asegúrese de que Su Majestad escuche buenas cosas de mí.

―Lo prometo. Me aseguraré de enviar un informe.

Tras omitir la parte de que sería un informe de su muerte en batalla, Hiro puso una sonrisa falsa y extendió la mano derecha.

El General Kielo la tomó con alegría.

―Entonces haré mi mejor esfuerzo.

―Me alegra que entienda. Digamos que todo quedó en el pasado.

―Sí.

Después de volver a sentarse, Hiro le habló a los silenciosos oficiales.

―Todos ustedes se unirán a la vanguardia también. No hay problema, ¿verdad?

El General Kielo dirigiría la vanguardia. Era imposible que se negasen.

―En uno o dos meses, estoy seguro de que todos serán recibidos como héroes en la capital imperial.

Este fue el factor decisivo. Los oficiales asintieron después de vacilar.

Hiro trató de resistirse, pero no pudo evitar sonreír un poco. Después de acariciar su parche para ocultarlo…

―Entonces, por favor descansen para mañana.

―Sí. ¡Nos aseguraremos de conseguir grandes logros para Su Alteza Hiro! ―dijo el General Kielo con una voz animada antes de dejar la tienda. Los oficiales hicieron lo mismo. En el espacio ahora vacío, Hiro volteó hacia una esquina donde la oscuridad estaba asechando.

Una silueta humana se reveló lentamente y entonces apareció un hombre.

Era uno de los anteriores oficiales del General Kielo. Se acercó a Hiro y se arrodilló.

―Nuestro espía se ha infiltrado con éxito en el campamento enemigo. Como lo ordenó, hemos preparado 1,500 camellos fuera de nuestro campamento.

―Así que las cosas van bien. ¿Cómo está nuestra seguridad?

―También está como se planeó. Los tenemos en alerta y hemos creado algunas aberturas.

―¿Se infiltraron espías enemigos?

―Actualmente hay cuatro. Hemos recibido informes que confirman su infiltración.

―Entonces, por favor ordena que se capturen esos cuatro.

―Entendido.

El oficial estaba por irse, pero Hiro lo llamó y se detuvo.

―¿Necesita algo más?

―¿Puedes esparcir la noticia de que el General Kielo y sus oficiales se han dormido?

―Claro.

Su expresión parecía decir que ya lo había hecho. Sin duda tenía un considerable resentimiento acumulado.

―Entonces, con su permiso.

Esta vez todos se habían ido realmente. Hiro soltó un profundo suspiro y cerró los ojos.

La mala reputación del General Kielo por dormirse antes que los soldados probablemente se extenderá al instante.

En cambio, Liz estaba ayudando a los soldados sin descanso. Con esto, el número de personas que estaban insatisfechas con Liz seguramente disminuiría. Probablemente también ayudará a elevar la moral. En resumen, significaba solidaridad. Todos seguirán luchando por Liz, dispuestos a sacrificar sus vidas.

―Ahora tenemos que reducir los números del enemigo.

Hiro se levantó y salió. La briza nocturna golpeaba sus mejillas y agitaba las fogatas.

Comenzó a caminar hacia el lugar donde estaba retenido Gahda.

Había un gran número de soldados afuera de la tienda como guardias. Hiro les expresó su gratitud y entró.

El zorosta, Gahda, notó a Hiro y levantó la cara.

―¿Estás solo?

―Sí, porque tengo algo importante que discutir contigo. Si alguien más estuviera aquí no podría hablar contigo sinceramente, ¿cierto?

―Hmph. Aunque hablases con sinceridad, probablemente habría una oscuridad ocultando todo dentro de ti.

―Qué cruel.

―Por cierto, Milieu está a salvo, ¿verdad?

―Se encuentra bien. Está con Liz pretendiendo ser su ayudante.

―Ya veo… Qué bueno que esté a salvo. Y bien, ¿qué querías discutir?

Hiro miró la cara de Gahda por un tiempo y entonces cortó la cuerda que lo ataba.

Gahda miró la cuerda en el suelo y después miró a Hiro con confusión.

―¿A qué estás jugando?

―No me siento cómodo hablando contigo así.

―Eres extraño. Hay un límite para lo descarado que puedes ser con un prisionero de guerra.

―Lo tomaré como un cumplido.

Hiro se sentó en el suelo y sacó una botella de alcohol de su ropa negra.

―¿Truco de magia?

―Soy bueno en guardar cosas.

Hiro se encogió de hombros y le lanzó la botella. Gahda inclinó la cabeza y murmuró.

―¿No vas a beber?

―Soy menor de edad. Ah. Lo diré antes de que sospeches; no tiene veneno.

―Eso no me preocupa. Estoy seguro de que alguien tan hábil como tú podría tomar mi cabeza fácilmente sin métodos como este ―Gahda abrió la tapa de la botella y debió. Después inclinó la botella y extendió el brazo―. ¿Estás seguro de que no beberás?

―Te dije que soy menor de edad. Además, aún tengo trabajo que hacer.

―Entonces dejemos la charla y vayamos al grano. ¿En qué problema piensas meterme?

―Para ser honesto, voy a hacer que el ejército de liberación participe en la batalla de mañana.

Tal vez había anticipado esto, puesto que Gahda expresó su objeción sin mostrar agitación alguna.

―No lograremos coordinarnos. Creo que en realidad les estorbaríamos.

―No habrá problema. No planeo ningún esfuerzo coordinado.

―¿Qué estás tramando?

Gahda le dio una aguda mirada. Hiro lo ignoró con calma y habló.

―Quiero preservar nuestro poder de combate.

―¿Planeas hacer que el ejército de liberación luche solo? Si lo haces, no sólo habrá desertores, sino que existe la posibilidad de que los ataquen a todos ustedes.

―No, haré que la unidad de vanguardia del Cuarto Ejército Imperial pelee primero. Creo que hay unos 1,000 hombres. No debería haber quejas con eso.

―… Hmm…

―E incluso he preparado una recompensa. Cuando termine la batalla, liberaremos a los esclavos y a los mercenarios también. Incluso podemos proveerles un lugar para vivir.

―Eso es extraordinario.

―Así es.

―Las condiciones son demasiado favorables. Siento que hay algo más.

―Exactamente. Pero no es difícil.

―Depende de qué sea.

Gahda colocó la botella en el suelo y le dio a Hiro una mirada seria, haciéndole saber que no dejaría pasar ni siquiera el más mínimo movimiento.

Para responder de la misma manera, Hiro no mostró señal alguna de tramar tretas y habló.

―Quiero que te mezcles con la confusión de la batalla y mates al General Kielo, el líder de la vanguardia, y a sus seguidores.

―… Estás loco.

―Aunque de ser posible, me gustaría que toda la vanguardia sea aniquilada. En fin, quiero que mueran.

―¿Puedo preguntar la razón?

―El General Kielo ha cometido demasiados crímenes. Esa es la razón.

―… ¿Te refieres al incendio de las aldeas vecinas?

―¿Lo sabías?

―Pese a mi situación actual, yo estaba al mando del ejército de liberación de los esclavos. Esa información me llegó de inmediato.

―Entonces eso lo hace más simple. Sabes que… ―Sus labios formaron una sonrisa mientras que sus ojos no. Hiro murmuró con una expresión lo suficientemente aterradora para dar escalofríos―. Nunca permitiría que aquellos que lastiman gente inocente sean perdonados.

En el silencioso espacio resonó el sonido del rechinamiento de dientes.

Un momento de silencio cayó sobre ellos. Gahda, con la mirada hacia abajo, agarró la botella y soltó un suspiro.

―Creo que sería mejor que lo hagas tú mismo en lugar de dejárselo a alguien más.

―Probablemente lo habría matado con mis propias manos si fuera un tonto que no considera las consecuencias.

―Él es un noble bien conocido debido a que es un general.

―Así es. No es de bajo estatus en absoluto.

La casa Nickel del General Kielo era una casa distinguida que poseía una posición importante entre los nobles del sur. Si matase a su cabeza actual, existía el riesgo de que los nobles del sur se convirtieran en sus enemigos. Pero si lo dejaba con vida, existía el riesgo de que su resentimiento hacia Hiro fuese un obstáculo para los planes futuros.

―Ya sea que lo castigues y lo dejes vivo o lo mates tú mismo, su existencia es una molestia… Entonces harás que lo maten en el campo de batalla y… ―Después de poner en palabras los pensamientos de Hiro, su sonrisa se amplió como si ya lo entendiera―. ¿Planeas culpar al Ducado de Lichtein?

―Así es. Pienso usarlo como material de negociación.

Gahda hizo una expresión complicada y parecía estar pensando en algo. Después vació la botella de un trago y la lanzó al aire.

―… Bien. Me aseguraré de tomar sus cabezas.

Tras expresar su decisión, señaló a Hiro, quien ahora tenía la botella.

―La próxima vez trae alcohol de alta calidad.

Gahda se acostó usando su brazo como almohada. Probablemente era su manera de decir que la conversación había terminado.

Cuando Hiro trató de salir de la tienda, Gahda giró su cuerpo y lo miró como si hubiera recordado algo.

―Estaba a punto de dormirme, ¿pero te parece bien dejarme así?

―No hay problema. Puedes quedarte así para mantener el ánimo. Necesito que te esfuerces mañana, después de todo.

―Te tomaré la palabra.

Después de salir, Hiro llamó a los soldados que hacían guardia.

―Por favor, no entren hasta que yo venga mañana temprano.

―¡Como desee!

Posteriormente, Hiro se dirigió a su propia tienda. En el camino, un soldado de infantería corrió hacia él.

Tras saludar y arrodillarse, el soldado habló rápidamente mientras jadeaba.

―Los espías enemigos han sido capturados.

―Entendido. Por favor, llévalos a mi tienda.

―Sí.

Hiro miró al cielo después de detenerse repentinamente.

Las estrellas estaban brillando en el cielo nocturno como gemas dispersas. La débil luz de luna que iluminaba la superficie ofrecía una sensación de calidez pese al clima frío.

―Es tan hermoso ―Hiro soltó un suspiro de aire blanco y sonrió con calma―. Esto es lo único que no cambia, incluso después de 1,000 años.

Le recordó a una mujer que antes hablaba del cielo nocturno apasionadamente.

Era una mujer parecida a la joven de cabello carmesí; no en apariencia, sino que su naturaleza era casi idéntica.

―Me preguntó qué dirías si la vieras.

Hiro regresó a su tienda mientras miraba hacia el cielo nocturno.

 

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