Shinwa Densetsu no Eiyuu no Isekaitan Vol.02 – Capítulo 17

Capítulo 17: Comandante

Aunque el flanco derecho del Cuarto Ejército Imperial había terminado de desplegarse a la izquierda, la moral de los soldados era extremadamente baja por la marcha hasta ahora y la batalla con el ejército rebelde. Sin embargo, no se escuchaba ninguna queja, y las filas de soldados están perfectamente alineadas. Si estos hombres hubieran sido ciudadanos conscriptos, nunca habrían sido capaces de desplegarse tan rápido y probablemente habría habido un gran número de desertores huyendo por el miedo.

En esa tensa atmósfera que circula por el flanco derecho se encontraba la Sexta Princesa Imperial, quien estaba al mando.

Su cabello carmesí tan radiante como el sol está cubierto de polvo, pero eso no le quitaba su belleza. Su figura encantadora, que evoca a la Palladiana, evitaba que la moral cayera aún más.

Frente a ella estaba una joven. Tiene piel oscura, pero está oculta por un gran manto. Además, la capucha esconde toda su cara con una sombra, impidiendo incluso adivinar su expresión.

La joven actuaba como la líder del ejército rebelde: el ejército de liberación de los esclavos. Por lo tanto, probablemente hay muchos que la resienten. Para el Ducado de Lichtein, ella es alguien a quien odian al punto de querer matarla, y no es diferente con el Cuarto Ejército Imperial. Por eso Liz, la Sexta Princesa Imperial, está con ella para protegerla de cualquiera que cruce una línea que no debería.

Por otra parte, los caballeros circundantes estaban mirando con ligera admiración a la Valdite sobre su caballo.

Aunque probablemente no era debido a sus rudas miradas, Liz soltó un suspiro de preocupación.

―Haa…

Su suspiro estaba lleno de afecto, como una esposa esperando a que su esposo regrese del campo de batalla, o una madre esperando ansiosamente a que su hijo regrese a casa. Su mente estaba ocupada por un joven.

―Hiro… Me pregunto si está bien.

―No hay necesidad de preocuparse por ese chico ―Tris le respondió a Liz con palabras llenas de ánimo.

Aunque es un soldado viejo, aún tiene edad para servir activamente. Sin embargo, teniendo en cuenta su edad, él no muestra señal alguna de debilitamiento y conserva su cuerpo musculoso.

A su lado había un Zorosta con un cuerpo aún más impresionante. Tiene piel ligeramente morada, la cual es característica de los Zorostas. Parece tener unos 20 años, pero es ligeramente mayor de 100. Al igual que la chica, él también está bajo la protección de la Sexta Princesa Imperial.

El Zorosta llamado Gahda asintió a las palabras de Tris.

―También creo que no hay necesidad de preocuparse. Aunque depende de ustedes creer o no las palabras de un anterior enemigo…

―¡Se lo dije!

Tris palmeó el hombro del Zorosta con entusiasmo. Sabiendo lo fuerte que era Gahda, Liz estaba sorprendida por ver esto; pero estaba más sorprendida por el cambio de Tris. A pesar de todo lo que dice, Tris también ha reconocido a Hiro.

Liz se dio cuenta de esto, pero no dijo nada sarcástico al respecto.

―Detener el avance de un ejército solo es absolutamente imprudente.

Ella no pudo terminar de expresar lo preocupada que estaba. La causa de su preocupación, el joven, había regresado en su shiryu. Todavía está a una distancia considerable, pero parece que su cara está teñida de fatiga.

Liz agarró una cantimplora y habló.

―Abran paso. Déjenlo pasar.

Hiro llega rápidamente a donde está Liz, quien en silencio le entrega la cantimplora.

Hiro le agradeció y entonces colocó su boca en la boquilla de la cantimplora. Después de ver a Hiro beber el agua, Liz jadeó.

La cantimplora que tiene Hiro le pertenece a ella, quien ya ha puesto sus labios ahí muchas veces.

Tras entender lo que significaba, ella se ruborizó y su cara se tornó del mismo color que su cabello.

―¡¿~?!

Soltando un grito silencioso, Liz se agarró la cabeza por la vergüenza.

Hiro parecía confundido al ver la extraña reacción de la princesa imperial.

Sin embargo, rápidamente sintió peligro y miró al lado de Liz.

Tris estaba mirando a Hiro, claramente molesto.

Hiro traga saliva. Después de limpiar el agua en su boca, mira a su alrededor para dejar atrás esa situación.

―O-Oh. ¿Esto es todo?

―¿Eh?

Parece que Liz no entendió a lo que se refería.

―Ah. ¡No hay suficiente agua, ¿verdad?! ¡Traeré más! ―ella expresa su malentendido y trata de conseguir más agua.

Hiro la llamó para detenerla.

―¡No, no! ¡Espera, espera! No me refería a eso. Aún queda un poco, así que no hay problema.

―… Y-Ya sabía. Sólo bromeaba.

Liz soltó las riendas y comenzó a acariciar la cabeza de Milieu.

Milieu la dejó acariciarla en silencio, pero su cabeza estaba en una posición incómoda. Probablemente llegó a su límite, puesto que protestó.

―Señorita, eso duele.

―¡L-Lo siento! ¡Parecía que tenías comezón!

―No tengo comezón.

―¡Por supuesto que sí!

Como siempre, Liz no parece escuchar y le rasca la cabeza sobre la capucha. No se podía ver la expresión de la chica, la cual estaba oculta por la capucha, pero al ver como estaba siendo tratada, Hiro fácilmente podía suponer lo que estaba pensando.

Los soldados circundantes miran con sorpresa el cambio repentino de Liz…

Tris no podía soportar ver a la Sexta Princesa Imperial actuar tan vergonzosamente…

―¡Ahem! Princesa, el chico probablemente está preguntando si sólo quedamos nosotros aquí. ―Tris llegó al rescate.

―S-Sí. Ya sabía.

Liz soltó la cabeza de Milieu y apuntó con el dedo a Hiro.

―¡Parece que me distraje por el calor! ¡Lo siento!

Hiro forzó una sonrisa y movió la cabeza.

―Descuida, no hay problema. Fue mi culpa por no ser claro.

―… Realmente son despreocupados.

Hiro pretende no haber escuchado las palabras mordaces de Gahda y vuelve a preguntar.

―Entonces…, ¿sólo pudieron reunir estos números? ¿Qué pasó con la unidad de reserva?

Únicamente era el flanco derecho el que estaba reunido en una formación horizontal y preparado para un ataque.

Hiro está seguro de que envió un mensajero al General Kielo antes de partir para informarle que quería a la unidad de reserva, pero no hay señal de ellos. Detrás del flanco derecho sólo pudo ver a unos cuantos prisioneros de guerra que habían tomado armas y a algunos soldados dispersos. Además, había muchos entre ellos que estaban sentados y tomando un descanso.

―Esto no me molesta… si tiene algún plan.

Hiro parece confundido.

―Um… Recibimos una respuesta que decía: “Ya que yo soy el comandante, no puedo escuchar las indicaciones del supuesto Cuarto Príncipe Imperial”… ―Liz habló con vacilación. Juntó las manos y parecía apenada.

―También envié varios mensajeros, pero dijo que 2,000 caballeros eran suficientes contra los débiles soldados del Ducado de Lichtein. No pudimos convencerlo… Lo siento.

―Ya veo. No hiciste nada malo, Liz. No tienes que preocuparte.

Quizá debido a su respuesta cortante, Liz bajó la cabeza y parecía deprimida.

Hiro percibe el enojo de Tris. Parecía que podría sacar su espada en cualquier momento.

Él no tenía el valor para confirmar si era hacia la respuesta de Hiro o la ruda respuesta del General Kielo.

―… Liz, por ahora vayamos al cuartel general. Probablemente lo mejor es reunirnos con el General Kielo. Además, podría ser difícil verlo si no me acompañas. Cuento contigo.

Parece que esto la alegró.

―¡Sí, déjamelo a mí!

Liz sonrió como una hermosa flor. Hiro se sintió aliviado.

―Bien. Sé que es repentino, pero ya vámonos.

―Tenemos que decirle todas tus cualidades, Hiro.

―No, una presentación breve bastará.

―¿También llevaremos a Milieu?

El viento transportó la voz insatisfecha de Gahda.

―Según lo que he escuchado, el General Kielo no parece una persona de confianza. ¿No es peligroso llevarle a Milieu?

―Pero si no la llevamos, podrías tomarla y huir.

Liz miró a Gahda con odio emanando de sus fríos ojos.

―Nunca te perdonaré por usar a una niña, así que la llevaremos con nosotros; para que no puedas iniciar otra guerra.

Gahda se quejó de su severidad y se encogió de hombros.

Entonces, Hiro miró a Milieu. Podía verle la boca desde su posición. Sus labios formaban una mueca de insatisfacción, pero quizá sentía que Liz tenía razón, por lo que no dijo nada.

Esto hizo a Hiro pensar que ella era una joven lista para su edad.

Hiro decide proseguir para no dejar que la atmósfera se vuelva más oscura.

―Tris.

―¿Qué pasa?

―Por favor, ordénales a los soldados que descansen.

―¿No habrá problema? El Ducado de Lichtein podría venir a atacarnos.

―Al contrario. Si todos están descansando y sólo el flanco derecho está en alerta, se darán cuenta de que hay una falla en la cadena de mando y atacarán.

Tris inclinó la cabeza.

―Hmm… Pero si no estamos en alerta, ¿no querrán atacarnos aún más?

―Si el comandante enemigo fuera imprudente, probablemente ya habrían atacado. En realidad, habría estado agradecido si lo hubieran hecho… Como sea; parece que nuestro oponente es muy precavido, por lo que aumentar nuestra vigilancia también aumentará su recelo. Así que supongo que no habrá problema mientras podamos movilizarnos en cualquier momento en caso de que algo suceda.

Hiro pausó y miró al este.

Su ataque de distracción fue un éxito. Mientras no hagan nada imprudente, el oponente probablemente tampoco hará nada descuidado.

―Aprovechemos tanto como sea posible. También deja descansar a los caballos al menos por un tiempo.

Fue un error de cálculo que el General Kielo no haya querido enviar la unidad de reserva, pero en realidad fue efectivo en incrementar la vigilancia del oponente.

Cuando Tris estaba convencido, Hiro palmeó ligeramente el cuello del shiryu.

―Te dejo el resto.

Tris se acercó al shiryu con su caballo.

―Mm. Yo me encargo. ¡Dale su merecido al General Kielo! ―dice él, dándole una fuerte palmada en la espalda.

Esta vieja forma de motivar dejó a Hiro tosiendo violentamente en su camino al cuartel general.

✽✽✽✽✽

Los fuertes rayos de luz solar caen sobre el Cuarto Ejército Imperial, pero la atmósfera está relativamente tranquila.

Es un escenario tan despreocupado que difícilmente parecería que la presencia del enemigo fue detectada en las cercanías.

Había una tienda preparada en el centro para protegerse de la arena. Dentro había una mesa con un mapa extendido encima y a su alrededor estaban el General Kielo y sus oficiales.

―De acuerdo con el informe de exploración, parece que el ejército del Ducado de Lichtein ha retrocedido…

Uno de los oficiales coloca una pieza sobre el mapa.

―Y está contemplando la situación aquí. Parece que el oponente también ha enviado vigías, y creemos que están dando información detallada sobre nuestra situación.

El oficial levantó la cara y miró al General Kielo.

―¿Realmente fue la decisión correcta? Las órdenes del Cuarto Príncipe Imperial eran que se enviase la unidad de reserva…

―No importa. No hay necesidad de escuchar las indicaciones de alguien cuya posición es cuestionable. ¿Qué harías si eso fuese obra de un espía enemigo?

―Pero es un hecho que el ejército del Ducado de Lichtein está en esta ubicación. ¿No cree que la situación es preocupante con sólo 2,000 caballeros?

―Te preocupas demasiado. Kigui no diría tal cosa.

Kigui; el nombre del asistente que servía al General Kielo.

Él se enfrentó imprudentemente al Zorosta y murió en batalla.

Cuando se enteró de su muerte, el General Kielo estuvo a punto de ceder a la ira, pero los oficiales hicieron intentos desesperados por tranquilizarlo y lograron evitar cualquier problema.

―Además, ¿acaso no ese supuesto Cuarto Príncipe Imperial portaba el blasón del Segundo Emperador?

―Eso escuché.

―Si realmente es el descendiente del Segundo Emperador, debería estar a la altura de las leyendas.

―Con 10,000 hombres, nadie en el cielo puede enfrentarlo. Con 1,000 hombres, nadie en la tierra puede enfrentarlo. Las estratagemas de Marte gobiernan todo el universo… ¿no?

―Así es. Esa historia es una tontería. Pero si es un descendiente, 2,000 deberían ser suficiente para él. Nadie en la tierra podría enfrentarlo. ―El General Kielo reprimió una carcajada. Es evidente que se está burlando de él.

El oficial sintió que era de mal gusto, pero no lo mostró en su expresión y habló con indiferencia.

―Ese es un mito. No sabemos cómo fue la realidad. Además, ¿qué hará si realmente es el descendiente de Marte? Los ciudadanos son un hecho, pero hay muchos soldados del Cuarto Ejército Imperial que lo veneran. Si lo descubren, su posición estará en riesgo, General Kielo.

El hecho de que este oficial también lo venera es transmitido claramente con cada palabra suya.

La sonrisa del General Kielo desapareció y su enojo estalló.

―Silencio. ¿Cuál es tu rango?

―Oficial de segundo grado.

―Bien. Entonces puedes retirarte.

El General Kielo movió la mano de forma exagerada, instándolo a irse.

―Sal a tomar aire fresco. Parece que el aire aquí te sofocó.

―Entendido… Con su permiso.

Los otros oficiales lo miran con ojos de lástima mientras se retira.

El General Kielo resopló, y entonces miró a los oficiales a su alrededor.

―¿Alguien más tiene objeciones? Entonces, respecto a nuestra siguiente estrategia…

El General Kielo pausó. Su mirada estaba fija en el oficial que iba a retirarse, quien ahora estaba de pie en la entrada.

―Hey. Qué estás…

Se tragó la última palabra. La razón…

―Tengo una objeción.

Había una joven parada en la entrada de la tienda. Tenía cabello color carmesí. Con la apariencia de una Valadite, todos los oficiales se inclinaron. Incluso el General Kielo asintió ligeramente; entonces, después de chasquear la lengua, formó una sonrisa falsa.

―¿Qué la trae por aquí…? Me parece que movilizó el flanco derecho por su propia cuenta para prepararse contra el ataque del Ducado de Lichtein.

Liz frunció el ceño con enojo por sus palabras sarcásticas.

―Quiero hablar con usted respecto a eso. ¿Por qué no envió la unidad de reserva pese a las repetidas peticiones?

―Usted no es el comandante del Cuarto Ejército Imperial. No hay otra razón.

El General Kielo resopló ligeramente para denigrarla; entonces notó la presencia de un joven al lado de la Sexta Princesa Imperial.

―No es correcto traer foráneos a este lugar.

Al mirar más de cerca, había otra persona detrás de la Sexta Princesa Imperial.

Él no sabía si era hombre o mujer debido a la capucha, pero por su estatura supuso que era un niño o una mujer.

Él mira a los tres con disgusto.

―Si fuera un soldado común, habría sido severamente castigada. Sin embargo, desafortunadamente es un miembro de la familia imperial y no puedo hacerlo. Diremos que esto nunca pasó. Por favor, tenga cuidado de ahora en adelante.

El General Kielo suspiró y movió la mano como ahuyentando a un perro.

―Si está claro, regrese al flanco derecho. Aquí no es lugar para jugar.

―General Kielo, usted…

―Liz, espera.

Liz comienza a acercarse, pero el joven a su lado colocó la mano en su hombro y la detuvo.

Escuchando al joven llamar por su apodo a la Sexta Princesa Imperial, el General Kielo lo mira de manera inquisitiva. Pero antes de poder pensar en una respuesta, con una sonrisa un tanto fría, el joven ya estaba frente a él.

―Es un placer conocerlo. ¿Es el General Kielo?

Cabello y ojos color negro; ningún humano en este mundo posee este color. Lo más extraño es ese parche que cubre la mitad de la cara del joven, y su figura envuelta en negro aviva la imagen del legendario Marte.

―Mi nombre es Hiro Schwarz von Grantz. Soy el Cuarto Príncipe Imperial del Gran Imperio Grantz.

Hiro extendió la mano derecha para un apretón de manos.

―Ah… Cierto. Aunque soy el Cuarto Príncipe Imperial, mi rango es oficial de tercer grado ―dijo plácidamente después de darle un ligero vistazo al oficial que se iba a retirar, y entonces regresó la mirada al General Kielo.

―¿Es incapaz de estrechar mi mano porque soy de un rango menor?

―N-No…, en absoluto.

El General Kielo mantuvo su mirada de desconfianza, pero tomó su mano.

Después de una ligera presentación terminan de estrecharse las manos. Un tenso silencio cae entre los dos.

El General Kielo fue el primero en hablar.

―Discúlpeme. ¿Tiene alguna prueba de su identidad?

Si deja pasar más tiempo, su duda probablemente crecerá. Hiro habló de inmediato.

―Me gustaría ofrecer como prueba el color de mis ojos y cabello, pero es inútil si se me acusa de llevar camuflaje… Entonces, esta ropa negra servirá como prueba.

Cuando Hiro golpeó su pecho ―a Camelia―, el dobladillo se volvió tan afilado como una flecha y se lanzó hacia el General Kielo.

Él es incapaz de defenderse de la acción repentina. El General Kielo cayó al suelo, con saliva saliendo de su boca. Pero como se podría esperar de todo su entrenamiento, se levantó rápidamente. Sin embargo, debido a que no podía recuperar el aliento, su cuerpo estaba tambaleándose y su cara mostraba dolor.

―¡¿Q-Qué está haciendo?!

Cuando el General Kielo desató su ira, los oficiales recuperaron los sentidos y agarraron las empuñaduras de sus espadas, pero una voz tranquila los detiene.

―Mis disculpas. Parece que está de mal humor y actuó muy beligerante. Por cierto, Camelia se asusta fácilmente. Si sacan sus espadas, nada podrá calmarla. Incluso como su amo, no podré detenerla si decide actuar.

Hiro sonrió con calma y miró a los oficiales.

―¿Les gustaría probar?

Ninguna persona asintió. En su lugar, probablemente al recordar el nombre de Camelia, todos estaban fascinados por el manto negro. Parece que están sorprendidos por ver tan cerca la regalia que sólo el Segundo Emperador podía usar.

Hiro esperó hasta que la tensa atmósfera desapareciera. Después sacó un pergamino de su bolsillo y llamó al General Kielo.

―Si no me cree aun con Camelia, creo que leer esto servirá.

El General Kielo se acerca con cuidado. Era cómico como guardó silencio repentinamente aun cuando estaba siendo tan tiránico hace un momento.  Pero considerando el ataque que recibió, su comportamiento es natural.

El General Kielo tomó el pergamino y frunció el ceño; probablemente se dio cuenta de que era una carta del emperador. La leyó rápidamente, y al hacerlo su cara palideció.

Levantó lentamente la cara y miró a Hiro con desconcierto.

―… Esto es…

No sabía cómo expresar sus pensamientos… Sus ojos parecían inquietos.

Hiro palmeó ligeramente los hombros del General Kielo. Después tomó la carta del emperador, enrolló el pergamino y habló con una expresión apática.

―Son órdenes de Su Majestad para transferir el mando si se le considera incompetente. Planeo hacer a la Sexta Princesa Imperial la nueva comandante y yo su ayudante…

―¡A-Absurdo!

El cuerpo del General Kielo tembló de ira e interrumpió a Hiro.

―¡¿Dice que ceda el mando a un novato como usted?!

―A mí no, sino a la Sexta Princesa Imperial.

―¡Es lo mismo!

La atmósfera ya era pesada, pero la agitación del General Kielo se sumó al calor del aire. Estaba más furioso que cuando recibió el ataque de Camelia.

Los oficiales los miraban nerviosamente.

Hiro se encogió de hombros y después se puso el dedo índice derecho en la boca.

―Silencio.

―¿Qué..? C-Con quién cree que está…

―Gritar no cambiará nada. Cálmese y acéptelo.

―¡T-Tal humillación…! ¡No puedo aceptar esto!

―Le dije que se callara.

―Ugh…

Sólo se pudo ver un destello blanco. Para cuando lo notó ya era demasiado tarde. Había una espada en el cuello del General Kielo.

―Le di numerosas oportunidades, pero todo lo que hizo fue tomar decisiones estúpidas que sólo nos perjudicaban. Alguien tan incompetente no debería quejarse.

―Ah…

―Me encargaré de usted más tarde. Ahora no es momento para eso.

Hiro retiró a Excalibur y le dio la espalda al General Kielo, volteando hacia los oficiales.

―Por simplemente obedecer a su comandante y no cuestionarlo, todos ustedes son culpables de los mismos delitos. Si no hacen su trabajo, no hay necesidad de tener oficiales.

Hiro colocó la mano en la mesa.

―Si entienden lo que digo, escuchen lo que voy a decir.

Había una intensidad en él que no le permitía a nadie decir una palabra.

Él es mucho más joven que ellos, pero la sensación de intimidación que desprende es la de un dios heroico. Los oficiales tragaron saliva y asintieron con miedo en sus caras.

El General Kielo estaba desconcertado. Además del hecho de que sus planes para ascender fracasaron, también fue completamente reprendido por Hiro, quien podría considerarse un novato.

En ese momento, Hiro dio el golpe final.

―Puede salir a tomar aire fresco.

El General Kielo se derrumbó en silencio.

 

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